Hola! 👋 Qué bien verte por aquí. Nos presentamos. La de la foto es Alícia, nuestra hija. ▶️
Todos tenemos fechas que se nos quedan grabadas a fuego. Nosotros tenemos muchas, y buenas. También la del 20 de julio de 2020. Ese día, nuestro pediatra nos llamó para comunicarnos los resultados de los primeros análisis de sangre de la pequeña de 2 años. Y llegó la bendita sentencia. Alícia es celíaca.
Primera reacción (instantánea): ¡¡¡YUUUHUUUUUUUUUU!!!
Nos acaban de decir que tenemos una niña con una enfermedad crónica y la alegría es máxima. Surrealista, pero cierto. ¿Cómo puede ser? Sólo había que rebobinar. Las 6 semanas anteriores no comió casi nada. Se adelgazó lo que no está escrito. Vomitó varias veces. Y, sobre todo y lo que puso en alerta al pediatra, una niña de 2 años estaba apática, sin ganas de jugar, sin energía, y desmotivada.
Segunda reacción (al minuto): ¡¡MENOS MAL!!
Tenemos diagnóstico confirmado. Con diagnóstico, tenemos tratamiento. Y encima ese tratamiento no es invasivo, ni viene en formato pastilla, ni es difícil de conseguir. De hecho, todo lo contrario. Le va a hacer llevar una vida más saludable.
Tercera reacción (al cabo de un rato): VALE, VALE… ¿Y, AHORA QUÉ?
Del alivio emocional, pasamos a la toma de conciencia, y después no nos quedaba otra que pasar a la acción. Y he ahí dónde de repente te inundan las dudas. Tomamos nota de los consejos básicos para tirar adelante esa semana mientras nos formábamos en el mundo de la celiaquía.
Cuarta reacción (semanas después): NO ME LO PUEDO CREER. ¡ESTO FUNCIONA!
Alícia volvió. Volvió a todo. A comer, a jugar, a crecer. Y, sobre todo, a tener ganas. Y cuando alguien tiene ganas, vuelve a la vida. Eso es lo que pasa cuando un celíaco es correctamente diagnosticado y sigue una dieta estricta sin gluten ni contaminación cruzada.
Gracias y bienvenidos.